Si supiera que tengo 6 meses de vida, trabajaría...
Y de paso me llevaría a 2, 3 gentes por delante.
Por Salvador Perches Galván.
En el remoto 1980, en mis inicios dentro del periodismo, trabajé por vez primera en el ejercicio profesional, aun siendo estudiante, en la revista DF Guía, un semanario que ofrecía la programación de la televisión, el cine y el teatro y en donde publicaban entrevistas, criticas y un poco de información general y deportes. El 21 de febrero del citado año, en el número 713, se publicó una entrevista que le realicé a la icónica Isela Vega, en aquel entonces el máximo símbolo sexual del cine mexicano. En ese momento Isela había protagonizado un gran conflicto con Irma Serrano, “la Tigresa”, quien filmaba la versión fílmica de su adaptación a la Naná de Zolá, que tanto éxito le diera en su teatro Fru Fru. La norteña había desaparecido del elenco de la película, siendo reemplazada en el papel de Satín por Verónica Castro, y filmaba en un foro vecino en los estudios Churubusco, alguna de las sexy comedias de moda en ese momento.
Extrañamente, la entrevista mantiene vigencia y ahora, a poco mas de cuatro décadas de haber sido realizada y con mucha carrera de por medio, el haber filmado con algunos de los grandes cineastas del cine mexicano, “amadrinando” afortunados debuts y manteniéndose en activo hasta el final, después de haber recibido reconocimientos y homenajes, ahora, ante su traslado a otra dimensión, venga este texto, como uno más, en la singular carrera de esta gran actriz mexicana: ISELA VEGA.
Isela Vega, la controvertida actriz sonorense que se encuentra en proceso de internacionalización, afirma que los logros son lo menos importante para ella, que éstos se hacen con el trabajo, que le tienen muy sin cuidado, al igual que los premios, y que, si alguno le interesa, es el Oscar.
¿Qué haría si le dijeran que iba a morir?
Si supiera que tengo 6 meses de vida, por ejemplo, yo creo que seguiría haciendo lo que hago: trabajaría, y dejaría todo arreglado para mis hijos. Y de paso me llevaría a 2, 3 gentes por delante.
¿Suprimiría algo de lo que ha vivido?
No. Porque. ¿con qué lo iba a sustituir?, si lo vivido, vivido está, y lo bailado ¿quién me lo quita?.
¿Qué espera de la vida?
Todo, aunque me dé la mitad.
¿Y de su carrera?
Todo también. Es mi más preciado tesoro, es lo que más me gusta de las experiencias que tengo. Mi trabajo es lo que más satisfacciones me da, espero hacer muchísimas más cosas en lo mismo, aunque, a lo mejor al rato ya no quiera ser actriz, se aburre uno, pero quiero dirigir, quiero producir y quiero seguir haciendo cine.
Clara en sus respuestas, es totalmente diferente a cómo la gente ha forjado su imagen, es accesible y amable. Aún conserva su acento norteño.
¿Qué personaje de la humanidad le gustaría interpretar?
Casi nunca me pongo a pensar en ello, pero hay personajes que me apasionan. Yo leo mucho, principalmente historia. Entre los personajes que encuentro un gran atractivo están Juana de Arco, que tiene mucho de fantástico. De los realistas, están los que ha hecho Giulietta Masina, por ejemplo, como Irma la Dulce, que son muy humanos, perdedores pero optimistas.
Carmen Serdán es un personaje muy apasionante de la historia de México. Medea me encanta, el teatro griego tiene personajes femeninos para siempre, muchísimos, todos son espléndidos, pero Medea es mi preferida; la mamá de Bodas de sangre me encanta, a mí García Lorca me gusta mucho, aunque a mucha gente le parece cursi, me parece que tiene básicamente mucho de las relaciones entre los seres humanos, eso es lo importante en García Lorca, los sentimientos, como maneja las pasiones de los personajes.
Hay quien pueda opinar que es cursi, entre otras personas el maestro Buñuel, y opina eso porque García Lorca es muy feminista y Buñuel es muy machista.
De los personajes que ha interpretado, ¿A cuál se siente más cercana?
A mí me gusta mucho el que hice en Tráiganme la cabeza de Alfredo García, (Sam Peckinpah, 1974); Las reglas del juego, (Mauricio Walerstein, 1971); Las pirañas aman en cuaresma, (Francisco del Villar, 1969), y los personajes que hago en las películas de Guillermo Calderón Las cariñosas, (Rafael Portillo, 1979); Muñecas de medianoche, (Rafael Portillo, 1979), porque me divierten mucho, y esos tienen mucho de mí, porque todo está manejado dentro de la cotidianeidad. Nosotros los actores creamos los personajes, porque la historia ya está contada, lo que está dado son las circunstancias, la historia y los personajes son realistas a más no poder, definitivamente se parecen mucho a mí.
¿Qué opina de este tipo de cine?
A mi me gusta, por eso lo hago, me divierte mucho, al público también, por eso lo ve, es pura diversión. El único compromiso que tiene el güero Castro al escribir las historias, es el de hacer reír. Ahora estás películas son muy importantes, porque son muy optimistas, si prendes la radio, o la televisión, las noticias son alarmantes. Entonces el optimismo es actualmente muy importante.
Hasta aquí la reproducción integra de la entrevista de 1980, sin embargo quisiera referirme a algo que ha sido mucho menos abordado en la trayectoria de Isela Vega: el teatro.
Solo me quiero referir a dos películas trascendentes en su carrera, en donde demostró, a carta cabal sus enormes dotes histriónicas: Las apariencias engañan y La viuda negra, dirigidas por Jaime Humberto Hermosillo y Arturo Rípstein, respectivamente, dos de los más grandes cineastas de nuestro país; dos excelentes películas, ambas producidas en el mismo 1977, ambas creadas como un vestido, a la medida de su protagonista, aunque se desprendiera del vestido a la menor provocación.
El hidrocálido juega con los roles sexuales en una provocadora comedia en la que la hermafrodita Isela, tras declarar Soy Adriana y Adrián, sodomiza a Gonzalo, también Vega. En tanto, en una audaz adaptación a Debiera haber obispas, de Rafael Solana, Ripstein lleva a la realidad lo que en la comedia costumbrista es solo un chisme de pueblo, las relaciones “ilícitas” entre un sacerdote y su ayudanta, confesándole al borde la muerte, los pecados y delitos de los habitantes del pueblo. En una vuelta de tuerca, el final no es complaciente y Matea, pese a conocer los mas perversos secretos del pueblo no logra sino ser tildada de loca.
En ambas películas Isela lució generosamente su bellísima arquitectura corporal y tuvo escenas sexuales muy escandalosas para la época. Tal como lo hizo bajo las órdenes de otros importantes directores, como Felipe Cazals, Francisco del Villar, Salomón Láiter, Miguel Sabido, Mauricio Wallerstein, Alberto Mariscal, Roberto Gavaldón, Luis Estrada, Roberto Sneider, Paul Leduc o Luis Alcoriza, entro otros, y también cumplió su deseo del inicio de la década de los 80’s del siglo XX, escribió, produjo y dirigió Las amantes del señor de la noche.
En cuanto al arte escénico, tomó clases de actuación con el célebre Seki Sano. Debuto en teatro en 1963 en Viuda… y tres millones de Alfonso Anaya, con dirección de Miguel Córcega en el ahora inexistente teatro Rotonda.
En su segunda incursión teatral, en 1967, incursiona en teatro “para familias”, de la mano de Ignacio Retes en Puñalada por la espalda, de Cifford Odets, en el teatro Manolo Fábregas. El crucial 1968 actúa en De la lujuria, de don Ramón María del Valle Inclán, dirigida por el mítico José, “el perro” Estrada, en el teatro el Granero.
Inicia la siguiente década con una puesta en escena para la memoria, Zaratustra escrita por Alejandro Jodorowsky a partir de Nietzsche, con dirección del polémico chileno, en el Teatro de la Danza. A propósito de esta puesta en escena que levantó ámpula y en la que también participaban, entre otros, Carlos Ancira, Héctor Bonilla, Jorge Luke, declaró Isela a la gran Elena Poniatowska… “A mí me gusta Nietzsche, a mí Nietzsche me queda al centavo, como me queda al centavo Alejandro Jodorowsky. Una obra inspirada en la filosofía de Nietzsche era más que suficiente para llevarla al teatro y la puesta en escena de Jodorowsky me pareció perfecta. ¿Cómo podía yo hacerlo más que estando desnuda? Para mí la vestimenta es la forma, y ésta no me dice nada, más bien estorba. ¿Cómo enfrentarse a Zaratustra vestida? No lo concibo”.
Seis años pasaron para que Isela Vega volviera a las tablas y en 1976 y por una larga temporada, su figura desnuda sobre los amplios muros de la Carpa México, sobre paseo de la Reforma, a la altura de Garibaldi, anunciaba Juegos de amor de Wilberto Cantón, dirigida por Manuel Rey.
En ese enorme jacalón, Isela sentó sus reales teatrales y en 1980 hizo La pecadora y sus pupilas, reemplazada por La sexicienta en 1983, escrita y dirigida por Pablo Leder, que rompió todos los récords de taquilla.
En 1984 se une a otra polémica y escandalosa figura, la de Irma Serrano, “la Tigresa” y ambas protagonizan Las Emanuele de Pablo Leder e Irma Serrano con dirección de Pablo Leder, en el teatro Fru Fru, propiedad de la Serrano.
En 1987 protagoniza una tragedia contemporánea con aires helénicos Pecado en la isla de las cabras de Ugo Betti, en compañía de Manuel Ojeda, Margarita Isabel y Ligia Escalante, nuevamente dirigida por Pablo Leder, en el teatro Vizcaínas.
En los noventas une su talento a otra muy talentosa mujer de la escena, Jesusa Rodríguez, alianza de la cual surgen, en 1993, La Diana casadera; El derecho de abortar en 1998; al año siguiente, Palenque político y arranca el siglo XXI con El fuego de Esquilo, José Ramón Enríquez y Renato Leduc; en 2003 vuelve a los griegos, en esta ocasión con una comedia, Lisístrata de Aristófanes, todas dirigidas por Rodríguez, y, excepto los helénicos, todas las demás también escritas por Jesusa.
En 2005 incursiona en el teatro con tintes musicales en espacios míticos cuya acción, o parte de ella se desarrolla en grandes cabarets, o salones de baile, con la clásica de Luis G Basurto, Cada quien su vida en donde dio vida a la famosa “Siempreviva”, acompañada de un gran elenco en el que destaca Elsa Aguirre como la célebre “Tacón dorado”, la obra tuvo dos temporadas; dos escenarios: Salón Tropicoso y Salón Antillanos, y dos directores: Enrique Gómez Badillo e Isela Vega.
En 2011 regresa al teatro San Rafael dirigida por Humberto Zurita en Las arpías, de Robert Thomas.
Al año siguiente actúa en la conmovedora historia de David Linsay-Abare La madriguera, donde fue la madre de las Paleta, Ludwika y Dominika, y suegra, primero de Mario Iván Martínez, después de Flavio Medina, en los teatros Rafael Solana primero, después San Rafael, dirigidos por Iona Weissberg.
Acertadamente apunto el Instituto Mexicano de Cinematografía: "Mujer trasgresora de nuestro cine; actriz, guionista, productora y directora de historias poderosas. Te despedimos con tristeza, también con gran admiración y cariño, Isela Vega. Sigue con nosotros la enorme fuerza que siempre le diste a nuestras pantallas".
Escandalizo sólo por ser yo.
Escandalizo sin proponérmelo,
desde que soy niña mi sola presencia escandaliza;
la historia de mi vida parece resumirse en un verbo: escandalizar.
Isela Vega.
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LA MUJER SALVAJE EN EL CUERPO DE UNA SONORENSE
Por: Nadia Rodríguez.
Era una adolescente de secundaria cuando vi por primera vez una cinta protagonizada por Isela Vega, nada más ni nada menos que La viuda negra de Arturo Ripstein, filmada en 1977 ¡vaya impacto para una chamaca que no sabía de cine ni mucho de la vida!
¡Un sacerdote que tenía relaciones con una mujer! ¿Por qué pasaban eso en la tele? Nadie me explicó sobre esas escenas tan impactantes pero que, en definitiva causaron revuelo en mis sentidos y en la mente.
Cuando no sabía nada, escuchar en mi entorno hablar de Isela Vega era pensarla a través de frases como: “esa vieja es una encueratriz”, “vieja vulgar”, “fichera” y otras por el estilo. Así pasó mi tiempo adolescente, atada a un prejuicio sobre esta mujer adulta.
Nada es casualidad, justo ahora cuando defendemos el derecho fundamental a decidir sobre nuestro cuerpo y nuestra sexualidad, me queda claro que esta actriz simplemente fue dueña de su cuerpo, jugó libremente con sexualidad, hizo de esto una forma de expresión sobre todo en el cine y el teatro.
La primer mujer de origen latino que posó para la revista Play Boy en su versión norteamericana, aprovechó la fuerza de sus cualidades físicas a su favor en todos los sentidos. La llamaran como la llamaran, Isela tuvo la satisfacción de hacer lo que quiso y catapultar lo logrado.
¡Así se caen los velos cuando decidimos tomar conciencia y abrir los caminos! Sin duda las clases de cine en la UNAM, las recomendaciones y pláticas con amigos y profesores, además de las funciones al hilo en los clubes de cine universitarios fueron dándole sentido a aquellas escenas de la película de Rípstein, entonces comencé a situar a esta mujer en la dimensión de un cine que pegaba en las “buenas conciencias” y en una sociedad de “doble moral”.
Seguí comprendiendo su paso por el cine a través de quienes la dirigieron, Jaime Humberto Hermosillo y Luis Alcoriza entre muchos más en esa época de los 70 y 80 donde el rol de la mujer en el imaginario colectivo se trastocaba con crudeza, audacia y el toque de picardía de esos tiempos.
No quiero llamarla leyenda ¡qué flojera ese lugar común! Su transgresión dice mucho más, alguna vez mencionó que dejó la vida misma en el cine, literal sudó la gota gorda, trabajó, se renovó y caminó junto con las transformaciones del cine y las inquietudes de los directores que fueron llegando a su vida.
Solo a pocos actores y actrices se les permite cambiar los guiones para decir las cosas a su modo, a Isela se le permitía porque ¡mentaba madres y decía peladeces muy sabroso! Solo basta volver a ver La ley de Herodes (1999) y El Infierno (2010), ambas dirigidas por Luis Estrada.
Siempre tuvo una lista de películas por ver, era seguidora de los festivales internacionales de cine y ahí se conectaba con el séptimo arte del mundo para disfrutarlo, desmenuzarlo y hacer una crítica. Cuando era niña, en tiempos en donde se cuestionaba la existencia de Dios y sus papás le pegaban por tal irreverencia, la película que la impresionó fue Lo que el viento se llevó (Víctor Fleming, 1939) porque le recordaba su entorno geográfico y social allá en Sonora.
Rompió sus propias reglas y los paradigmas familiares, le perdió el miedo al miedo mismo, representó a las vedettes y fue ella una vedette desde el Teatro Fru-Fru; mencionó que la vida de las sexo servidoras es una lección de realidad y, por supuesto, la cursilería no era lo suyo.
Isela Vega trabajó con dignidad hasta sus últimos proyectos, ya fueran de cine, televisión o series producidas para las grandes plataformas, gozó su oficio y se llenó de alegrías ¡Qué mejor ejemplo!
Hoy, al paso de los años, sigo siendo una aprendiz de cine, más bien lo disfruto como una espectadora común y corriente. Hoy, al pensar en Isela Vega digo que fue una mujer salvaje con los sentidos a flor de piel expuestos para vivir intensamente una carrera que la sitúa en el grupo de mujeres ¡rompe madres! Diciéndole a otras mujeres: ¡NADIE ES DUEÑA DE TI MAS QUE TÚ MISMA!
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