Como ya mencionamos en entrega anterior, El Milagro, como su nombre lo vaticina y sus siempre inquietos y propositivos creadores y directores, nos sorprenden con cada aventura escénica, y nunca mejor aplicada la palabra y 1521: La caída, no es la excepción. En larga conversación con su creador, David Olguín, entendemos más sobre sus motivaciones y gozamos, si eso es posible, aun mas el excelente montaje, cuyo único “pero”, es su muy breve duración. Esta es la charla.
De alguna manera La caída da continuidad a Los habladores, habrá quien piense que es un formato que se está repitiendo, ¿cómo fue este proceso en este reinado del monólogo en el teatro covid?.
Es algo que Gabriel Pascal y yo decidimos a finales del año pasado, por ahí de octubre, noviembre frente a la inminencia de estos 500 años, la efeméride era inevitable y pensábamos que El Milagro tenía que entrar a esa discusión pública frente a la amenaza de la versión oficial del actual gobierno y sus interpretaciones absolutamente maniqueas sobre este momento histórico y, creo yo, fundacional y fundamental, desgarrador, pero fascinante. Entonces dije: ¡Vamos a hacerlo!.
A tu pregunta, si pudiera considerarse como una continuidad de la idea de Los habladores, creo que son muy diferentes emprendimientos. ¿Qué comparten?, comparten la idea de la multiplicidad de testimonios, multiplicidad de actores, el hecho de que cada uno de los monólogos son historias redondas en sí mismas.
Pero Los habladores es un habla contemporánea, flexible, juguetona, totalmente movible, siento yo. Inclusive si el actor se pierde, puede improvisar de pronto. Acá no, acá son textos con una partitura muy ceñida, una estructura muy redonda, tienen una cronología, y, por otra parte, se van entreverando, es decir empiezan a adquirir un carácter narrativo a partir de relatos narrados en primera persona y donde un personaje que habla en la parte uno, se le vuelve a mencionar en la 2, en la 3 y conocemos su destino final en la 4, por ejemplo. Y así empiezan a espejearse los relatos.
Por supuesto requería de una investigación muy exhaustiva yo tenía mucho miedo de pronto de decir ¡Híjole, me metí en camisa de once varas!, ¿cómo hablan estas personas?, me hizo hacer ensayar, probar bocetos, es decir, más allá de la personalidad de cada uno, de pronto como iba a ser el léxico, ¿qué arcaísmos invocar, cuáles no, qué, si eran extraviados por completo para el oído contemporáneo?.
¿Cómo hablan los españoles?, uso el votros, o no lo uso?, ¿qué arcaísmos invocar que no sean tan caducos?, qué tipo de mentalidad de expresiones y demás y que finalmente pudiera, si evocar esas hablas, y a la vez estar dialogando con lo contemporáneo, con mentalidades contemporáneas que son la de mis espectadores?.
Hay muchos usos lingüísticos prácticamente en desuso, que puede costar un poco de trabajo entender, pero que implica un reto maravilloso para el espectador. ¡Aplícate!, y tienes que entenderlo, porque tiene una lógica, no importa que esa palabra ya no se use.
Exactamente, el punto era ese, que en contexto se entendiera perfectamente. Trataba de evitar formas verbales al extremo, digamos esas en desuso, o en no uso en nuestra habla, los vosotros y sus conjugaciones verbales, y demás, trataba de darle vueltas, que no abundarán, buscaba otras maneras de que lo digan, cuando era inevitable, sí recurrí a ellas, pero que fueran mínimas para que también no causará un choque de rechazo con el oído mexicano.
Por otro lado, los indígenas, ¿cómo hablan?. Yo opté porque tutearan ellos, al estudiar las traducciones del náhuatl de León Portilla, de Fernando de Horcasitas, de Fray Bernardino de Sahagún y sus informantes y demás, hay una serie de patrones reiterados, al menos en la forma escrita, y fue un poco a lo que recurrí, al habla metafórica, una lengua muy sensual, muy de comparación, es aglutinante, hace repeticiones constantemente, y una serie de cosas que yo le descubrí, pero dije, esto me va a durar siglos si a todos los pongo a que repitan, como crecen los textos. Entonces tenía que ser un poco el espíritu de.
Y citar, citar a los cronistas y citar también las fuentes indígenas y en medio de ello, montarme sobre la cita y, por así decirlo, domesticarla, a que el estilo de la cita pudiera formar parte del hablante y luego la personalidad de quién está hablando. Por decirte algo, no es lo mismo pensar en el habla un poco pretenciosa de Hernán Cortés que dicen que echaba latinajos por aquí por allá y demás, a un soldado de muy bajo rango, o al propio Fray Bartolomé de Olmedo, un hombre universitario en su tiempo, seminarista. Para mí, fue, además de la investigación, un emprendimiento mayor desde mi punto de vista, que ponerme a prueba con una tarea muy, muy difícil.
Lo que acabas de decir es bien importante porque, aunque no estamos asistiendo a una clase magistral sobre la caída de Tenochtitlán, estas citas, estas fuentes, validan por completo tus textos y la puesta en escena.
Claro. Si hay una información histórica muy sólida, que va desde, por supuesto muchas y muy diversas fuentes, y en algunos casos también, dado que elegí muchos personajes que no son los de siempre, digamos un poco los de telón de fondo, o francamente desconocidos por la mayoría de los mexicanos contemporáneos, que no sean académicos, historiadores, etcétera, etcétera. Muchos de ellos me permitían ficcionalizar con mayor facilidad, Benito el panderetero, me llamó mucho la atención porque yo dije, este les cayó muy bien a los totonacos porque les bailó con su pandereta, y los totonacos, cuando regresó con Cortés, preguntaron por él. Llamaron a Benito, les bailó, y sólo quedó consignado ese acto de toda su vida.
Entonces te da pie a darle vueltas, a ¿quién era esa persona?, ¿qué hacía?, ¿por qué llegó a México?. En medio de esos, que es una pincelada de historia, están otros que sabemos un poco más, pero tampoco mucho, Juan Garrido, un negro angola, que justo aparecerá en la tercera parte y que también me daba mucho pie, es una historia fascinante, todo el asunto de los negros esclavizados, llevados a Lisboa, luego a Sevilla, República Dominicana, Cuba, México. Son vidas impresionantes, fascinantes, y bueno, entonces yo decía que este tipo de emprendimiento es totalmente diferente, en ese sentido, a Los habladores. Tú alguna vez me dijiste a propósito de Los habladores, ¿por qué no se empiezan a ligar, vistos desde un punto de vista diferente los relatos? Y acá era necesario, llevamos 11 monólogos en donde en diez de ellos se habla de Cortés y Moctezuma, y todavía no aparecen. ¡Aparecerán!, si van a aparecer.
Ellos, junto con Malitzin, son los protagonistas de este episodio histórico y prescindir de ellos quedaría coja la historia.
Lo que ocurre es esa idea de contrapuntos en las verdades y yo creo que eso es lo fascinante del teatro, a diferencia de la historia. Es decir, la subjetividad de cada uno de los que están viviendo el acontecimiento y un poco el balance también va así, es decir una mirada, la mirada de un religioso sobre el fenómeno y antes de eso la catástrofe del terror militar español justo antes la alianza con los tlaxcaltecas.
Y la historia jamás se va a permitir darle voz a un guacamayo, a una yegua, o a una perra que, como personajes son, deliciosos. Y además uno se puede poner no en sus zapatos, pero si en su plumaje, en sus crines o en su patas.
Hay toda una tradición en la escritura al respecto, de darle voz a los animales y en el caso muy concreto de la yegua que aparece en la primera parte, desde que empecé a hacerlo yo dije, tengo que hacer hablar a un caballo, me puse a ver la lista de los caballos que enumera Bernal, y dije: una yegua, tiene que ser una mujer y apareció La Rabona, que me gustó mucho el nombrecito y en La conquista de México, de Hugh Thomas, el menciona un acontecimiento que ocurre en la campaña de Tlaxcala que los caballos van saliendo del cuartel, van hacia la batalla y de pronto se rebelan, no quien seguir avanzando y los españoles lo viven como una especie de muy mal agüero, pareciera que hubieran tenido voluntad, y lo que dijeron es que si los caballos tenían el demonio, que si estaban embeleñados entonces yo dije: Ah, pues la que se revela de no ir a la batalla es La Rabona y ahí nació ese relato y que es un poco una mirada humanista en donde los bestias no son las bestias precisamente, sino los seres humanos. No necesariamente son los malos los que sobreviven y los buenos los que se mueren. Esa es la dinámica diferente.
He de confesarte que a mí nunca me gustó la historia, tampoco me gustaba la geografía. Seguramente por esta práctica docente de que era aprenderse fechas, nombres, lugares, fechas, nombres, lugares, vete por la estampita de Hernán Cortés, cópiala, pégala y fechas, nombres, lugares, no daban posibilidad de hilar, esto a que condujo, producto de qué fue. Y La caída me parece una maravillosa lección de historia, sin que sea historia, porque es lúdica, es divertida y muy reflexiva también.
Sí lo creo, pero algo que yo quería hacer era también, salir de esta idea del teatro histórico que ciñe tanto el tema, como los personajes, al hecho de que nosotros sabemos quién es. Por decir algo fulano de tal, que tu información histórica es lo que complementa el presente del drama y a mí lo que me importaba era que de alguna manera esos personajes y las historias nos hablarán de dramas humanos que puede tener Salvador Perches hoy día, que puede tener una persona en sus ambiciones, en sus conflictos sentimentales, es decir, que de suyo tuvieran una repercusión con el espectador del presente. Por ejemplo, el caso Bernal, el drama de la vejez y la vejez olvidada, el galán ya viejo qué se le va el avión, que combina tiempo y espacio y que no importa lo que hizo, no importa que haya sido el que estuvo en la gesta y demás y que muere olvidado, sin quiera ver su libro publicado. Que es el más sincero, el más honesto de los cronistas, o por ejemplo ese dato que encontré por allí, de que el reculaba en las batallas, y él, por el contrario, por escrito pone que está en el centro de la batalla toda la vida, que me parecen cosas tan humanas, finalmente cosas fascinantes del comportamiento de los seres humanos.
Entonces ¿qué me importaba? más que, claro, la historia; por supuesto el tema, pero también la vida, la vida de ese entonces.
A mí sí me gustaba la historia… …tuviste mejores maestros que yo… …sí, posiblemente, tenía un maestro muy teatral, apodado “El negro”, que llegaba a darnos clase con un látigo, y de verdad, sacaba el látigo, lo chasqueaba y era muy, muy impresionante el maestro, no contestaba y te ponía 10 mil ceros. Pero más allá del gusto por la historia, de lo que quería rehuir es, que yo creo que ya es hasta un lugar común en las escrituras de las obras históricas mexicanas, que no van más allá del momento, del período que se analiza, o que echa mucho mano del conocimiento que ya tenemos del personaje. A mí lo que me importaba era que el espectador, al ver el pasado, esté viendo las ambiciones políticas del presente, y cómo resuena en lo personal. La Malinche misma, para mí, es un mujerón.
Una de las grandes villanas de la historia oficial, sinónimo de traición, sin que nadie se pusiera a pensar en su historia.
¿Por qué?, porque de fondo lo que hay en el caso Malinche es que es como si aquello hubiera sido nuestra nación mexicana, cuando eran muchísimas ciudades-estado, muchas confederaciones, y todas aborrecían y odiaban al mexica, y el mexica era un hijo de su tal por cuál, tenían motivos para odiarlos. La “gran virtud” de Cortés, claro que tenían una superioridad militar, pero por la concepción de guerra que se tenía aquí, también, por supuesto, la pólvora etcétera, etcétera, pero el número de gente que había aquí los hubiera aplastado. El punto es que supo leer muy bien el odio sobre el mexica, ese era el reto, y me parecía importante entrarle.
¿Qué porcentaje de personajes son reales, y qué porcentaje son ficticios?
De los que recuerdo, los tres animales que mencionas: una yegua, un guacamayo y una perra lebrela, que aparecerá en el tercer programa y que a través de sus ojos vemos la Noche Triste, son tres animales. Aparece una diosa, Coatlicue en el cuarto programa y luego aparecen algunos que no son reales, de los que hemos visto ya, Xareni, en la segunda parte, una mujer Otomí. A mí se me ocurrió escribir sobre los otomíes y demás porque, leyendo el Códice Florentino, la versión del padre Garibay, encontré lo que pensaban los aztecas, o los mexicas de los otomíes, y es un poco ese discurso: Son estúpidos, cabeza de pedernal, eres un otomitote, los miran con un racismo, una violencia y una denigración espantosa, o sea, la manera de expresarse, exactamente del español sobre el indígena, y por eso dije ¡esta mujer! y que hubiera una voz femenina a partir de eso. Está el caso de Acamapichtli, la dama tigre, que me sorprendió mucho leer, que Cuauhtémoc cuando ya están en el sitio, ya no tiene hombres, están cercados de comida, no hay agua, la mortandad por la viruela fue espeluznante, los guerreros han muerto, por viruela, en batalla o por hambre. Pero no se rinden los mexicas, ese es otro momento impresionante de lo que ocurrió, la mortandad es terrible, se habla de imágenes de que, cuando avanzaba el ejército de los invasores, iban seguidos de aves de rapiña, y por eso sabían, por las aves, que ahí venían, a que zona de la ciudad, y entonces lo que ordena Cuauhtémoc, que es algo impensable para la mentalidad y para el momento, es que todas las mujeres que puedan tomar armas y sustituir a un hombre, se pongan en combate, es impresionante el momento. Entonces dije, una guerrera que toma el traje de un caballero tigre, se lo pone, y está peleando con los hombres sin que los hombres lo sepan, entonces está ese personaje que no es histórico.
Son dos mujeres y mexicanas, ¿por qué dos mujeres mexicanas? Porque lo que es sorprendente es que abundan en nuestra memoria, los españoles, hasta hay un listado del historiador Manuel Orozco y Berra, qué tiene una lista exhaustiva, no te diría todos, pero la mayoría de los conquistadores, los primeros 400 y feria, que llegan con Cortés, él los tiene consignados.
¿Cuántos militares y nombres de los mexicanos sabemos?, eso habla de nuestro racismo, de esa cojera tan terrible, finalmente, en la mirada de la historia, es decir ahí hay un desbalance también, ¿y mujeres? muchísimo menos, es decir son anónimas. La señora que gritó ¡Mexicanos, se van nuestros enemigos!, la Noche Triste pero ¿cómo se llamaba?, ¿quién fue?.
Eso debería estar consignado y de ahí vino el asunto de recuperar algunos de estos personajes. Ya me acordé de uno más, le puse Nochipa, que significa en Náhuatl, eterna. Y que es una mamá con su niñita, es el final de la tercera parte, donde habla del mañana y que hay esperanza después de la expulsión de los españoles, y que me era importante ponerlo ahí como una mujer hablándole a otra mujer, a una bebecita. Ese me gusta mucho, es muy sentimental.
Hay un personaje que brinca de Los habladores, a La caída, Madame Lázara, ¿es la única?
Si es la única
¿Por qué?, porque, además ella da el prólogo y el epílogo en La caída.
El tema en Los habladores tiene mucho de autobiografía mía y es un poco el paso del tiempo en una persona, y como lo iba trabajando con Sofía Gabriel, muchas cosas lúdicas se nos iban ocurriendo, pero entonces dije, es Madame Lázara la que tiene que abrir. La única imagen que tenía era que, lo que sorprende es que vivimos en este lugar, te subes a una azotea volteas hacía al centro, y dices “ahí estaba”, estamos sobre esos muertos, sobre esa ciudad, y luego se nos olvida, o mucha gente ni lo sabe. Somos esa colección familiar de, para atrás nuestros antepasados, el abuelo del abuelo del abuelo del abuelo, y seguramente llegamos a uno de ellos. Alguien hubo ahí en esa cadena y cómo se mezcla y fue esa la idea de meter a Madame Lázara, que hiciera el recuento desde el presente de nuestro covid, de la pandemia y una ida para atrás en el tiempo, hasta mirar el lago y empezar el relato, y al final su intervención va más en el sentido de enfatizar el racismo mexicano, decir que dependiendo de cuántos litros de sangre india te tocan, muchas veces así te tratan, y así te va, y es una cosa pavorosa, que creo que es de nuestras mayores lacras nacionales, creo que necesitamos una reeducación radical en ese sentido, y que la culpa de eso no la tienen los españoles, la tenemos nosotros, los mexicanos, el abandono de los pueblos indígenas, el desprecio que tenemos por nuestros propios connacionales, y es un problema de otra naturaleza. Que ahí se fincan muchas cosas, ciertamente, pero el discurso maniqueo es una tontería, no somos ni españoles, ni tampoco pueblos originarios, ellos están allí, claro, somos una pluralidad cultural.
Cambiarle el nombre a las calles, y el árbol de la Noche Triste ya no es el árbol de la Noche Triste y quitar a Colón, ¿de qué sirve? No van a borrar ese episodio de la historia, eso ya fue, y no hay vuelta de hoja y es innecesario que los hispanos de hoy nos ofrezcan disculpas, porque ellos no tienen ninguna responsabilidad en el asunto.
Mejor que se ponga a trabajar por darles oportunidades, justamente, a los pueblos originarios, desarrollo social, educación, alimentación, medicinas, empleo. Y no esta serie de posturas maniqueas y polarizantes, demagógicas y populistas, que no sirven de nada.
Tú tienes un gran respeto hacia el público, absoluto, tu público es de seres pensantes y no eres nada complaciente.
Ha tomado mucho tiempo entender, espero vivir mucho tiempo más y seguir pudiendo dedicarme a esto, pero, en efecto, me es muy importante el espectador, más habiendo aquí con Pascal manejado El milagro, dependemos de la gente y nos importa que se la pase bien. Por supuesto es un público que nosotros apelamos a su inteligencia, a su sensibilidad, a un público diferente que busca algo diferente, pero claro que nos es importante el espectador.
Tu excelente dirección de actores está perfectamente homologada en tu equipo actoral formado por gente de mucha experiencia, pero estás lanzando y apoyando a sangre joven que esta oxigenando al teatro.
Eso era muy importante, tanto por la precariedad en la que están, ya no digamos la económica, porque nosotros podemos aportar poco, pero si algo sobre todo creativamente hablando. En medio de esta circunstancia está una esperanza de que si se pueden hacer cosas, cosas que implique para lo que fueron educados y no necesariamente de inmediato entregarse de carne de cañón a las series, eso es de lo que vivirán, te lo digo así. Esto en el teatro en este momento es terrible, pero en medio de la crisis, que yo digo que es una crisis espiritual en las escuelas. Yo me formé en el CUT mi mujer se formó en el CUT, yo ahí conocí maestros extraordinarios y no me refiero a Ludwik nada más, ahí tuve la oportunidad de estudiar con Esther Seligson, por ejemplo. Yo era el peor alumno del grupo de danza, con el maestro Tulio de la Rosa; con Torre Laphan, dicción, y mucha gente; con Kaluris acrobacia, y no se diga los maestros que me dieron clases de teorías: Juan Tovar, José de Santiago, tuve a Pascal que me dio espacio escénico. Estoy infinitamente agradecido a la Universidad Nacional, y de pronto ver esa debacle, esa radicalidad cuestionando todos los sentidos de autoridad, y déjate al interior de la escuela, en la opinión pública, decir que son lugares como lupanares, prostíbulos ya casi casi, como si nos faltara algo más. Me fue importante en ese sentido convocar a muchos alumnos del CUT, algunos que yo ya había tenido como director en un montaje que hice ahí, que invité por recomendación, o que le dije a Laura, a ver, tú conoces estos monólogos, a quien sugieres. 11 gentes del CUT estamos en esto, de los viejos Hevia, Jorge Ávalos, Laura Almela, yo, ahí somos cuatro, y siete jóvenes.
Sentía yo que era la forma de decir, el CUT sigue formando gente importante, hay muchachos extraordinarios en su trabajo que se defienden muy bien. Claro que llamé también a gente que había sido mi alumna en la ENAT, o también esta chica Daphne Keller, que es espléndida, de Casa del Teatro, pero son muchos del CUT y es decir, la UNAM es un lugar privilegiado de formación.
Este domingo concluye la segunda entrega de La caída, integrada por:
Mauricio Pimentel - Toznene Tutunaku
Emmanuel Pavía - Benito el panderetero
Elizabeth Pedroza - Xareni la perra
Sergio Zurita - Fray Bartolomé de Olmedo
Kira Rodríguez - Malinalli Tenépatl
David Hevia - Bernal Díaz del Castillo
La tercera parte se presenta del 26 al 29 de agosto y la conforman:
Gutemberg Brito - Juan Garrido
Stefanie Weiss - María de Estrada
Mauricio Pimentel - Moctezuma II
Grissel Ocampo - Buenaventura la Lebrela
Silvia García - Nochipa
Y la cuarta parte del 2 al 5 de septiembre
Elizabeth Pedroza - Coatlicue
Raúl Villegas - Hernán Cortés
Patricia Loranca - Acamapichtli la dama tigre
Antonio Cravioto - Garcí Olguín
Elías Tocano - Chichimecatecuhtli
Sofía Gabriel Luna - Madame Lázara
El teatro es de todos. ¡Asista!
Absolutamente recomendable. Imprescindible.
1521: la caída
Textos y dirección: David Olguín
Escenografía e iluminación: Gabriel Pascal*
Vestuario: Laura Martínez Rosas
Actuación: Con Laura Almela, Jorge Ávalos, Gutemberg Brito, Antonio Craviotto, Sofía Gabriel Luna, Silvia García, David Hevia, Daphne Keller, Patricia Loranca, Grissel Ocampo, Emmanuel Pavía, Elizabeth Pedroza, Mauricio Pimentel, Kira Rodríguez, Omar Silva, Elías Toscano, Raúl Villegas, Stefanie Weiss y Sergio Zurita.
Teatro El Milagro: Milán No. 24 Col. Juárez.
Del 12 de agosto al 5 de septiembre
Jueves y viernes 20 horas. Sábado 19 horas, domingo 18 horas.
Cada semana un programa distinto, con funciones presenciales y vía streaming.
Entrada general $250/ maestros, estudiantes, inapam, tarjetahabientes BBVA $150/ vecinos de la Alcaldía Cuauhtémoc $100/ estudiantes de teatro, colaboradores BBVA $80. #JuevesDelEspectador $100
Preventa a través de elmilagr.boletopolis.com// Abono para los 4 programas por $ 400 (funciones presenciales o vía streaming)
Informes: 55 35 12 91 difusionelmilagro@gmail.com www.elmilagro.org.mx
Comments