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Simpatía hacia los desheredados. Texto y fotos: Salvador Perches Galván.







Incapaz de decir lo que es el teatro, sé muy bien lo que yo le niego que sea:

la descripción de los gestos cotidianos vistos desde el exterior.

Yo voy al teatro para verme en escena,

tal y como yo no sabría -o no osaría- verme o soñarme y,

sin embargo, tal y como sé que soy.


Jean Genet, Como interpretar Las Criadas





Las criadas es la obra más célebre y emblemática de Jean Genet, estrenada en París el año de 1947. Sufriendo en su estreno la repulsa de gran parte del público y la crítica. Pasados los años se ha considerado uno de los textos dramáticos clave del teatro del siglo XX, por cuya resonancia continúa presentándose en diversas capitales del mundo desde su estreno.

Tanto las criadas como la señora, son símbolos, y la trama, resulta una convincente imagen de la humillación de los otrora “siervos de la gleba”, como de tantos que, aún hoy, se ven obligados a repetir los gestos serviles, servir a unos señores y a un sistema que los oprime, por el que muchos valores se han perdido, y a tragarse sus sueños, tal como sucedió en el crimen real, enseguida reelaborado artísticamente por Genet.

Esta es la historia. Al anochecer del 2 de febrero de 1933, el señor René Lancelin, abogado y residente de la ciudad de Le Mans, Francia, había llamado repetidamente por teléfono a su mujer y a su hija sin obtener respuesta. Al arribar a su hogar, la puerta principal tenía el cerrojo echado por dentro y la de servicio había sido atrancada. Sólo una débil luz se escapaba por las rendijas de la ventana del cuarto de las criadas, Christine y Lea Papin, que llevaban siete años al servicio de la familia. La policía forzó la entrada y penetró en la casa. En su seco lenguaje esto es lo que vieron: "Los cadáveres de la señora y la señorita Lancelin yacían en el suelo espantosamente mutilados; el cadáver de la señorita estaba boca abajo, la señora yacía boca arriba. Las paredes estaban cubiertas de sangre”.

En el segundo piso, refugiadas en el fondo de su lecho y pegadas una a la otra, las dos sirvientas confesaron haber cometido el doble asesinato de sus patronas. Christine lo narró así: “No me arrepiento de nada, o no sé si me arrepiento. Prefiero haberlas matado antes de que ellas nos mataran a nosotras. No hemos premeditado nada. No odiaba a la señora, pero no toleré el gesto que tuvo conmigo".

Esta crónica policial, publicada en la primera plana del periódico local, La Sarthe, abría el misterio del caso “Lancelin-Papin”, misterio que daría lugar, durante medio siglo, a las más diversas interpretaciones y a polémicas entre expertos, pero también a creaciones literarias, cinematográficas y, finalmente, a la instalación de toda una iconografía, lo cual permitió que cada uno atribuyera al crimen el color más conveniente para sostener su doctrina o su fantasía.

Terminada la faena, las hermanas limpian sus herramientas de trabajo, las vuelven a colocar cuidadosamente en su lugar, preocupadas por el orden, se lavan, se deshacen de sus ropas ensangrentadas y, cuando por fin está todo ordenado, en su lugar, intercambian este comentario: “Quedó todo limpio".

Luego, la confesión sin reticencias, de estilo provocador. Es Christine quien dice: “Mi crimen es suficientemente grande para que yo diga las cosas como son". Después, nada más; salvo las súplicas de ambas para que les permitan permanecer juntas, siempre juntas, no piden nada más.

¿Quiénes eran las hermanas Papin?, fueron hijas de Clémence, madre que no cría ni a Christine ni a Léa, sino que las coloca, las desplaza a su gusto a lo largo de toda la infancia y la pubertad de las niñas, hasta que entran en la casa de los Lancelin.

Clémence, coloca a Christine en la casa Lancelin, la muchacha tiene entonces 20 años y ha depositado todo su afecto en su hermana menor, Léa, de 16. Christine quiere verla, tenerla siempre a su lado, hasta tal punto, que le pide a la señora Lancelin que la contrate para asistirla, para ayudarla en las tareas hogareñas. La señora Lancelin acepta: Christine será cocinera y gobernanta y Léa, camarera.

Bien alimentadas, bien albergadas, bien tratadas, serán en aquella casa lo que siempre fueron: empleadas domésticas perfectas, limpias y honestas.

Mantienen una actitud distante con todo el mundo, pero son amables y deferentes; serán, hasta el último momento, verdaderas “perlas” envidiadas a los Lancelin por todos sus amigos; “sirvientas modelo”.

Detenidas desde el momento de confesar el crimen, Léa y Christine son trasladadas a la mañana siguiente a la cárcel, donde se las instala en celdas separadas. Durante las primeras semanas de aislamiento, las declaraciones de una y otra serán siempre réplicas, idénticas.

A partir de abril, las crisis de Christine pasan a ocupar el primer plano. Crisis cuyo motivo es Léa. A gritos reclama que le “den a Léa”, le llevan a Léa a su celda, cuando Christine la ve, se precipita sobre ella, la toma en sus brazos, la aprieta, la ahoga. Léa está a punto de desmayarse, después de aquel abrazo, que sería el último, Christine se hunde en un desconocimiento total de Léa. Hasta el momento de su muerte, nunca volverá a reclamarla, nunca volverá a nombrarla.

Aparece en Christine un delirio místico que la invade desde entonces. Con total indiferencia recibe de rodillas el veredicto que la condena a muerte, por guillotina. Deja su suerte a la mano de Dios, muere el 18 de mayo de 1937, no decapitada, sino en el manicomio central de Rennes, muerte a la que se abandonó desde aquella noche de julio en la que se separó para siempre de su hermana.

Léa, condenada a diez años de trabajos forzados, sale de la prisión en 1943, después de haber mantenido una conducta ejemplar, y regresa junto a su madre, Clémence, en cuya casa vivirá hasta el fin de sus días. Léa murió en 1982. Tal es la historia de las hermanas Papin, hijas de Clémence: Emilia sería para Dios, Christine para la locura y Léa para su madre.

Crimen “insensato, inusitado, inexplicable” vinculado a la vida cotidiana “inmensamente banal” de las dos sirvientas modelo en una familia burguesa de Le Mans en 1933. ¿Qué son las hermanas Papin? ¿Criminales, víctimas, heroínas, psicópatas?, el acto criminal de las dos hermanas contenía elementos propicios a las proyecciones de cada espectador.

Una canción popular, compuesta durante el proceso, exigía al tribunal criminal el cadalso para las “homicidas”. El otro bando, el de la intelligentsia marxista y surrealista, se apropia de la noticia policial. Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir transforman a las hermanas en “víctimas” de la lucha de clases. Simone de Beauvoir escribe: “Sólo la violencia del crimen cometido nos da una medida de la atrocidad del crimen invisible, en el que, como se comprenderá, los verdaderos asesinos ‘señalados’ son los amos”. Eluard y Benjamin Péret, desde mayo de 1933 las evocan como “ovejas descarriadas” salidas de un “canto de Maldoror”. También el joven psiquiatra Lacan se apropia de la noticia policial que convulsiona a Francia y Jean Genet se inspira en ella para escribir Las criadas.

Genet es un novelista, poeta y dramaturgo francés, cuyas obras, tomando como referencia tanto los aspectos pintorescos como grotescos de la existencia humana, expresan una profunda rebelión contra la sociedad y sus convenciones. Nació el 19 de diciembre de 1910 en París, hijo ilegítimo de una prostituta, se crio entre el robo y la prostitución en un continuo peregrinaje por orfanatos, reformatorios y cárceles, por robo y prostitución homosexual. En 1947, al haber sido ya detenido diez veces por robo, fue condenado a cadena perpetua. Mientras estaba en la cárcel, Genet escribió y publicó varios libros, sólo la intervención de Jean Paul Sartre, Pablo Picasso y Jean Cocteau lo salvaron de la cadena perpetua que finalmente fue concedida en 1948 por el presidente de Francia.

La primera novela de Genet, un trabajo autobiográfico acerca de la homosexualidad y la vida en los bajos fondos, fue Nuestra Señora de las flores (1944). Entre sus novelas posteriores se cuentan El diario de un ladrón (1949), El milagro de la rosa (1951) y Pompas fúnebres (1953).

Su prosa se caracteriza por su gran cantidad de imágenes líricas y por el empleo del lenguaje propio de los bajos fondos. En 1947 Genet volvió a escribir teatro, medio en el cual llevó a cabo sus obras más impactantes. Su primera obra, Las criadas (1947), marcó su entrada en el movimiento llamado del teatro del absurdo. En esta obra, dos criadas se van turnando para interpretar el papel de su señora, buscando sus identidades en un medio que fluctúa sin cesar entre la realidad y la fantasía. En Severa vigilancia (1949), El balcón (1957), Los negros (1959) y Los biombos (1961), Genet utilizó frecuentemente el cambio de papeles y la inversión entre el bien y el mal, como técnicas para subrayar la falsedad de los valores sociales y políticos.

Todas las obras de Genet expresan su profunda simpatía hacia los desheredados y los marginados de la sociedad, expuestos, como se encuentran, a los siempre omnipresentes: sexo, delito y muerte. Contienen invariablemente rituales, crueldad y la convicción del autor acerca de lo absurdo de los conceptos morales. Aunque sus escritos fueron considerados al principio como pornográficos, Genet fue definido muy pronto como un existencialista preocupado por los problemas de la identidad y la alienación, y ha sido reconocido como uno de los más importantes escritores del siglo XX. En 1983 se le concedió el Grand Prix National des Lettres, el premio nacional de las letras francesas. También escribió los libros de poemas El condenado a muerte y Marcha fúnebre

Genet escribió Las criadas concluida la II Guerra Mundial, en el apogeo de los grandes movimientos de masas y luchas de clases, con oprimidos y opresores, dominados y dominadores, claramente identificados con sus propias clases.

La obra describe el submundo de las sirvientas, del subproletariado al que le estaría vedada la redención, un submundo que guardaría paralelismos con el del propio Genet.

Fue en la soledad de la reclusión donde comenzó a escribir, con una poética sobre lo marginal. Las criadas es su primera obra, y su primera representación fue hecha por hombres: los mismos presos.

Jean Paul Sartre cita una frase de Genet: "Si tuviera que hacer representar alguna pieza teatral en la que actuaran mujeres, exigiría que ese papel estuviera a cargo de adolescentes, y se lo advertiría al público por medio de un cartel que permanecería clavado a la derecha o izquierda del escenario durante toda la representación".

El autor se sumerge en el mundo de estas criadas que agobiadas y reprimidas por su condición social se encuentran en el límite de la cordura, desesperadas por definirse a sí mismas y encontrar un rol en la sociedad. Magistralmente el dramaturgo utiliza el cambio de papeles y la inversión entre el bien y el mal, como técnicas para subrayar la falsedad de los valores sociales.

En la realidad, como en la ficción dramatizada, la relación entre las sirvientas y la señora era aparentemente cordial; tras siete años al servicio en la casa, el testimonio de su, marido y padre de las víctimas, fue el de no tener ninguna queja sobre ellas, y ellas en el juicio no pudieron o no supieron justificar su crimen por un mal trato hacia ellas.

El detonante del crimen fue un incidente: se fundió el fusible del sistema eléctrico y no pudieron acabar de planchar la ropa. A la llegada de la señora acompañada de su hija, la señora les recriminó por este hecho a lo que la mayor de las hermanas se abalanzó contra ella, intervino la hija y la menor salió en auxilio de la hermana con el resultado de que madre e hija acabaron muertas.

El crimen conmocionó a Francia y también dejó entrever la situación del servicio doméstico. Lo aparentemente absurdo del crimen dio lugar a muy diversas justificaciones, llegándose a decir que aquellas que escogían el oficio de sirvientas lo hacían movidas por algún tipo de atraso mental o afectivo. Las estadísticas revelaron que las empleadas del servicio doméstico eran el colectivo laboral con mayor índice de ingresos en psiquiátricos y mayor número de intentos de suicidio, duplicando el número de ingresos previsibles por su proporción en la población y suponiendo en algún caso más del 80% de los intentos de suicidio de las internas en centros psiquiátricos.

Las criadas es una obra que explora sin concesiones la dialéctica de la opresión y explora sin ambigüedades el odio de clase que conduce inexorablemente hacia un crimen difícil de comprender un crimen totalmente ilegítimo desde el punto de vista de las relaciones burguesas.

Con el paso del tiempo, el texto de Genet ha mostrado su fuerza; permite ser analizado desde muy distintos puntos de vista, desde el meramente psicológico al militante, posibilitando debates sobre la condición del ser humano y del ser humano en relación con la sociedad. En sus aspectos formales ha permitido muy distintos montajes, desde aquellos más ajustados a sus notas a los más distantes.

En cualquier caso, aún hoy es una de las obras más representadas en salas convencionales y alternativas, permitiendo un extenso abanico de posibilidades actorales y de dirección. Al igual que sus distintos aspectos servir de base para los más diversos debates.

En nuestro país, Las criadas han tenido una presencia recurrente:

Se estrenó el 23 de julio de 1959 dirigida por José Luis Ibáñez, con las actuaciones de Ofelia Guilmain, Rita Macedo y Meche Pascual, en el teatro Virginia Fábregas

El 21 de marzo de 1974 vuelve a escena, dirigida por Dimitrios Sarras, en el Poliforum Cultural Siqueiros, con Susana Alexander, Meche Pascual y Adriana Roel.

En 1976 Salvador Garcini, presenta la obra tal y como fue concebida por Genet, con hombres interpretando los tres únicos papeles femeninos, y ellos fueron: Juan Ferrara, Alejandro Camacho y José Ángel García en el teatro El Granero.

Gonzalo Valdés Medellín replico la experiencia en 1987, con Oscar Narváez encabezando el elenco

En 1998, en el Foro Stanistablas, Adriana Roel dirigió a Patricia Reyes Spíndola, Pilar Pellicer y Alejandra Bogue.

El siempre arriesgado Damián Cervantes y su grupo, Vaca 35, hicieron una relectura del original de Genet para ofrecer Lo único que necesita una gran actriz es un gran texto y las ganas de triunfar

El joven y muy talentoso actor, director y dramaturgo David Gaitán nos ofreció Versos para convocar homicidas, a partir del hecho en el que se basó Genet, el caso de las hermanas Papin.

Salvador Garcini volvió a Las criadas, con Alejandro Camacho, Mauricio Islas y Alex Sirvent, bajo la producción de Rubén Lara 2016 en el Foro Cultural Chapultepec.

Cuacoyotl, La Subversión de las Criadas fue una propuesta fuerte, cuyo tema afecta a la sociedad, a partir del texto de Jean Genet, con dramaturgia de José Alberto Gallardo dirigida por Jaime Camarena.

Jean-Paul Sartre afirma que, "para Genet el ejercicio teatral es demoníaco; la apariencia, sin cesar a punto de hacerse pasar por realidad, debe revelar sin cesar su irrealidad profunda. Todo debe ser falso".

Clara y Solange, las criadas de Genet, son las hermanas Papin, eso explica la violencia y la relación erótica que las criadas entablan con la muerte. Falsa sumisión y falso respeto es lo que motiva su comportamiento, pero no sólo "representan" con la Señora, sino también cuando están solas. La Señora no es la Señora, Solange no es Solange, Clara no es Clara. “Clara o Solange”, en un completo cambio de roles entre ambas. "Cada una de las dos sirvientas no tiene otra función que ser la otra, que ser para la otra ella misma como otra", sigue Sartre. De este modo, una sirvienta finge que es la otra mientras la otra finge que es la Señora hasta el punto de llegar a terminar con su propia vida, como si fuera otra. Hasta el asesinato mismo de la Señora es falso: nunca logran asesinarla sino a través de ellas mismas.

Quieren ser la Señora para así ser parte de la sociedad que repudian. "La Señora es buena, la Señora nos quiere como a su bidet", se repiten las hermanas. "Por ella manifiestan las sirvientas lo que Genet experimenta con respecto al Bien. Siendo buena, la Señora no puede querer más que el Bien", analiza Sartre.

El servilismo forma parte de esa historia oscura y dolorosa de la humanidad construida por todas las maneras posibles del abuso del poder, que ha llevado a individuos a vivir situaciones extremas, como la de aquellos que, en su afán de encontrar mejores condiciones de vida, han abandonado su tierra para encontrar sólo el yugo y, en consecuencia, la sed de venganza.

Las criadas están nuevamente en escenarios locales, Víctor Carpinteiro, cada vez mas maduro como director, es el responsable de la puesta en escena, vibrante, incomoda, perturbadora, como, sin duda, la concibió Genet

El elenco está conformado por Iván Iduarte, Alan Blasco y Murias Reynoso, sólidos histriones formados en la Universidad Veracruzana que tienen un inmejorable desempeño en escena.



Absolutamente recomendable.



Las criadas. De Jean Genet.

Dirección: Víctor Carpinteiro

Actuación: Iván Iduarte, Alan Blasco y Murias Reynoso.

Vestuario de La señora: Aarón Fonseca

Vestuario de la criada Clara: Cristina Sauza

Iluminación y escenografía: Edgar Mora

Jueves, 20:30 horas, hasta el 29 de septiembre.

El Círculo Teatral. Av. Veracruz 107, colonia Condesa, cerca del metro Chapultepec, y del Metrobus Sonora).


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